Otra de las situaciones didácticas que presencié en mi periodo de prácticas ayudó al desarrollo de la competencia cultural y lecto-literaria de los alumnos. En este caso, la docente estaba presentado a los alumnos el Libro de Buen Amor. La actividad consistía fundamentalmente en la lectura de las fotocopias de fragmentos seleccionados de la obra en el horario de clase. Con ella, los alumnos leían en voz alta para después poner en común el tema del texto y expresar sus opiniones, y enlazarlos con la teoría que la profesora les había ofrecido previamente sobre el mester de clerecía, la propia obra, su controvertida temática y su autor. De esta manera, los contenidos literarios del currículo se trataban a la par que se trabajaba la comprensión lectora.
En mi observación, me di cuenta de que esta obra parecía ser muy del agrado de los alumnos. Pertenecían al bachillerato artístico del instituto y cada texto les arrancaba miles de carcajadas por su propio contenido y por la peculiar expresión del famoso arcipreste. De este modo, creo que la profesora escogió magníficamente los fragmentos, pues la diversión es una de las más gratas y eficientes puertas hacia el aprendizaje. Por otro lado, dada la sencillez de la actividad, los alumnos no encontraron mayor dificultad que alguna palabra que escapaba a sus reservas de vocabulario y que la profesora o las notas al pie de las fotocopias rápidamente subsanaron.
Creo que los contenidos de la actividad quedaron en cierta medida fijados en la mente de los alumnos porque, en las siguientes sesiones seguían comentando aquella en la que los consejos para galanes de Pitas Payas les llegaron en forma de animada melodía1. La canción causó una verdadera impresión en el aula, y todos acabaron cantándola al unísono leyendo la letra en sus fotocopias. Hasta una de las alumnas se apuntó el nombre del vídeo para acceder a él en casa, y otra expresó que quería descargarse aquella canción para su teléfono móvil.
Es probable que los alumnos no fueran completamente conscientes de los conceptos literarios que guardan esas estrofas, pero han visto aumentada su cultura literaria a través de una melodía que asociarán ya al nombre de Pitas Payas y, por ende, al Libro de Buen Amor. En este caso, debo decir que escasa propuesta de mejora se me ocurre: la simple reproducción de aquella canción desató un ánimo y alegría que despertó a los alumnos e hizo que me sorprendiera. Además, acompañados por el carisma y buen humor de la docente, sin duda compartieron un agradable momento, muchas veces necesario en el acostumbrado tedio de las clases ordinarias.
Cabe decir, finalmente, que sin ese vídeo musical aquel estado de ánimo tan positivo y aquella repentina energía no se hubieran dejado ver en el aula aquel día. Es probable que para presentar los contenidos del Libro de Buen Amor no sean estrictamente necesarias las TIC, pero la luz y la música que vi que aportaron en aquella ocasión me pareció de lo más inesperada y necesaria. Si llevamos a cabo un ejercicio de empatía con los alumnos, que pasan un considerable número de horas saltando de clase en clase con el impuesto objetivo de recibir una serie de contenidos en una para hacer lo mismo en la siguiente, no puede sino hacerse más que imprescindible marcar la diferencia, despertar los sentidos, y las TIC son unas excelentes aliadas para ello si se usan debidamente.
En mi observación, me di cuenta de que esta obra parecía ser muy del agrado de los alumnos. Pertenecían al bachillerato artístico del instituto y cada texto les arrancaba miles de carcajadas por su propio contenido y por la peculiar expresión del famoso arcipreste. De este modo, creo que la profesora escogió magníficamente los fragmentos, pues la diversión es una de las más gratas y eficientes puertas hacia el aprendizaje. Por otro lado, dada la sencillez de la actividad, los alumnos no encontraron mayor dificultad que alguna palabra que escapaba a sus reservas de vocabulario y que la profesora o las notas al pie de las fotocopias rápidamente subsanaron.
Creo que los contenidos de la actividad quedaron en cierta medida fijados en la mente de los alumnos porque, en las siguientes sesiones seguían comentando aquella en la que los consejos para galanes de Pitas Payas les llegaron en forma de animada melodía1. La canción causó una verdadera impresión en el aula, y todos acabaron cantándola al unísono leyendo la letra en sus fotocopias. Hasta una de las alumnas se apuntó el nombre del vídeo para acceder a él en casa, y otra expresó que quería descargarse aquella canción para su teléfono móvil.
Es probable que los alumnos no fueran completamente conscientes de los conceptos literarios que guardan esas estrofas, pero han visto aumentada su cultura literaria a través de una melodía que asociarán ya al nombre de Pitas Payas y, por ende, al Libro de Buen Amor. En este caso, debo decir que escasa propuesta de mejora se me ocurre: la simple reproducción de aquella canción desató un ánimo y alegría que despertó a los alumnos e hizo que me sorprendiera. Además, acompañados por el carisma y buen humor de la docente, sin duda compartieron un agradable momento, muchas veces necesario en el acostumbrado tedio de las clases ordinarias.
Cabe decir, finalmente, que sin ese vídeo musical aquel estado de ánimo tan positivo y aquella repentina energía no se hubieran dejado ver en el aula aquel día. Es probable que para presentar los contenidos del Libro de Buen Amor no sean estrictamente necesarias las TIC, pero la luz y la música que vi que aportaron en aquella ocasión me pareció de lo más inesperada y necesaria. Si llevamos a cabo un ejercicio de empatía con los alumnos, que pasan un considerable número de horas saltando de clase en clase con el impuesto objetivo de recibir una serie de contenidos en una para hacer lo mismo en la siguiente, no puede sino hacerse más que imprescindible marcar la diferencia, despertar los sentidos, y las TIC son unas excelentes aliadas para ello si se usan debidamente.
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