viernes, 8 de marzo de 2019

Herramientas digitales en mi práctica docente e investigadora

Hace ya varios años, recuerdo que una profesora de mi carrera cambió mi modo de percibir la realidad con unas simples palabras: «La escritura manual está muriendo». Y añadió, para aumento de mi sobrevenido estupor, que en no sé cuál país del norte de Europa (ya sabemos, aquellos que son top 1 indiscutible en la tarea de la educación) habían empezado a enseñar a los niños más pequeños a mecanografiar en detrimento de la danza del lapicero. Recibí esta noticia como un cubo de agua fría, y en unos instantes me di de bruces con una verdad que no había advertido llegar ni establecerse. ¿Cuánto tiempo llevas, María Luisa, sin escribir a mano? —me dije—. El año pasado hice un examen oficial de inglés mediante el ordenador, con su descuidado teclado y esos auriculares antiestornudos inoportunos. Sí, las herramientas digitales están aquí para quedarse. Y no me quejo, pese a la pérdida de romanticismo e imprimación que tal cosa implica.

Así pues, para esta primera práctica de la asignatura voy a confeccionar una lista con los 10 aparejos digitales más útiles que la tecnología me ofrece generosamente para el ejercicio y mejora de mi voluntad docente e investigadora:


1. Procesador de textos (Open Office para nosotros, los rebeldes)

Ya lo decía arriba, el más o menos torpe vals del lápiz se ha convertido con los años en un zapateo mecánico e impaciente. No odio los teclados, ¿de acuerdo? De hecho, el mío tiene no sé cuántos millones de colores disponibles que hipnotizan cuando activas su modo rotación de espectro, ese mismo que parece enjaular un arcoíris y que convierte tu habitación en un vaporoso club de alterne cuando apagas la lámpara. Y también tiene una almohadilla acolchada para que mis muñecas no se lastimen tecleando una soleá. Lo que quiero decir con todo esto es simple: el procesador de textos es demasiado necesario a día de hoy. Nos facilita tanto la tarea de crear textos (sus líneas no se doblan, su letra se entiende, su presentación es impecable, ¡hasta nos corrige los errores ortográficos!) que el no usarlo no encuentra perdón ni en el confesonario.



2. Youtube

En el siglo más audiovisual de los que llevamos hasta la fecha, no emplear la plataforma de vídeos más completa para enseñar y aprender sobre prácticamente cualquier cosa... Tendría que consultar la Ética nicomáquea para saber en qué círculo del infierno posicionar a estos individuos.



3. Catálogo bibliotecario en línea

Aunque las dos herramientas anteriores las llevo utilizando desde los últimos términos a los que alcanza mi memoria, el listado de fuentes disponibles que la web de mi universidad recogía en sus estanterías se fue haciendo cada vez más y más útil a medida que los cursos avanzaban. Saber con muy pocos clics si puedo acceder a los recursos que necesito y su localización me ahorra una considerable cantidad de tiempo.



4. Google

Si conozco las fuentes que debo o deseo emplear en mis proyectos, un vistazo al catálogo bibliotecario es suficiente. No obstante, cuando lo que preciso es información más general, ahí está Papá Google. Recuerdo que en mi niñez, todas las cosas que desconocía se las preguntaba a mi padre, quien siempre tenía una respuesta. Muchos años después, este motor de búsqueda es el que resuelve buena parte de mis dudas. Creo que a lo largo del día lo utilizo más de lo que me gustaría admitir. Tal vez es que tengo demasiadas dudas. ¿Es eso bueno?



5. Google Drive

Comencé a trabajar con este servicio de alojamiento de archivos el año pasado, sirviéndome concretamente de su opción de crear y modificar documentos en línea junto a más personas. Gracias a todas sus posibilidades, hacer un trabajo en grupo nunca ha sido más fácil: un procesador de textos ciertamente aceptable en el que varios individuos pueden solazar al mismo tiempo desde sus respectivos equipos mientras se comunican por chat. Es altamente probable que esta herramienta vaya cobrando más y más relevancia a media que se haga realidad mi función docente. Comodidad y eficacia en perfecta armonía marital.



6. Twitter

Unos lo llaman «tuiter», yo lo llamo «el periódico». ¿Cuánta información y conectividad puede ofrecernos un sistema de microblogging como este? Tanta como estemos dispuestos a buscar o a dejar de hacerlo. Porque ese pájaro azul nos trae noticias que pedimos y otras que no, y, lo que es peor, nos conmina a dar nuestra siempre valiosa opinión al respecto. Ya nos lo auguraba Charles Bukowski en 1992:

Hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí dentro, no voy
a permitir que nadie
te vea.

Hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero yo le echo whisky encima y me trago
el humo de los cigarrillos,
y las putas y los camareros
y los dependientes de ultramarinos
nunca se dan cuenta
de que está ahí dentro.

Hay un pájaro azul en mi corazón que
quiere salir
pero soy duro con él,
le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres
montarme un lío?
¿es que quieres
mis obras?
¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros
en Europa?

Hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero soy demasiado listo, sólo lo dejo salir
a veces por la noche
cuando todo el mundo duerme.
Le digo ya sé que estás ahí,
no te pongas
triste.
Luego lo vuelvo a introducir,
y él canta un poquito
ahí dentro, no le he dejado
morir del todo
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y es tan tierno como
para hacer llorar
a un hombre, pero yo no
lloro,
¿lloras tú?



7. Programa de presentación (presentaciones de OpenDocument, para los rebeldes)

Los fans de la capellanía colativa lo denominarán PowerPoint, o incluso Prezi, y jamás los compartirán con sus alumnos. Nunca entenderé el porqué, no me lo preguntéis. Pero si hay algo que sí entiendo es que los recursos educativos deben estar al alcance de todos, especialmente de aquellos que los necesitan (pista: los alumnos). Si creas un material didáctico y éste acaba más cerca de ti que de ellos, algo ha salido mal. ¿Conocéis a David Hockney? Alguien tan cercano como él al mundo de las imágenes siendo fotógrafo, dibujante y escenógrafo entre otras ocupaciones dijo una vez:

Lo que un artista docente intenta es acercar a la gente, porque la esencia del arte la educación es compartir. Uno no sería un artista docente si no quisiera compartir una experiencia o un pensamiento.

Me he permitido adaptar sus palabras a nuestro campo, y es que como docentes tenemos buena parte de artistas. No solo se trata de llenarse de valor para actuar delante de casi una treintena de adolescentes ya aburridos en sus butacas por el desalentador programa educativo y su escasa musicalidad, sino que también hacemos acopio de nuestros yermos conocimientos de diseño gráfico para crear coloridas presentaciones que sustiyan los mal borrados bostezos de tiza de cualquier pizarra tradicional.



8. Diccionarios en línea

Normativos, prácticos, enciclopédicos, bilingües, etimológicos, de sinónimos y antónimos... No sabría escribir sin mis diccionarios. Los diccionarios hacen a la expresión pobre lo que el maquillaje a un rostro inapetente. Conocer y saber consultar este tipo de obras es un lifehack que debemos legar a nuestros alumnos, porque la expresión va mucho más allá de las clases de lengua y literatura: sirve para construir pensamiento, y pocas cosas más hermosas que esa hay.



9. Plataformas gratuitas para la creación de cuestionarios de evaluación en línea (Kahoot!, Quizziz, etc.)

Recomiendo este tipo de recursos porque me han servido personalmente a la hora de prepararme para realizar exámenes de tipo test y, lo que es más importante, para autoevaluarme y saber en qué puntos de mi estudio debía incidir más para asentar los conocimientos. Además, son utilísimos en clases de idiomas por la dinámica competitiva que ofrecen enmarcándose a todo color, música y furor.



10.  El corazón

Sé que esto no es una herramienta digital, pero creo que es la que más sirve a la hora de preparar clases, investigar o hacer cualquier cosa. Es mi deseo aprovechar este espacio para advertir que tenemos mucho que agradecerle a la tecnología, pero es importante que no olvidemos lo que hay tras ella: personas y pasiones. Uno puede planificar una clase al milímetro y contar con cientos de recursos digitales 4k ultra HD que emplear, de acuerdo. Pero si aquello que muestran nuestras herramientas se queda en ellas y no trasciende, si no transmitimos nosotros mismos el entusiasmo por aquello que estamos compartiendo, no seremos más significativos que el ya olvidado anuncio de Youtube por el que ayer protestamos mentalmente que acabara ya para que empezara el vídeo que queríamos ver. 

Así, solo puedo decir que es probable que como profesores estemos, de hecho, en el mejor momento. Recursos ilimitados, ideas prometedoras, investigaciones, cambios de enfoque, novedosos aparatos y aplicaciones... Debemos abrirnos a las herramientas digitales y a su valiente empleo en el aula, por supuesto. Sin embargo, estos medios serán buenos siempre y cuando refuercen nuestras clases, no cuando nos sustituyan en ellas. Al fin y al cabo, el corazón es la mayor tecnología viva que poseemos para informar y comunicar nuestra pasión por la enseñanza.



2 comentarios:

  1. Excelente trabajo. Me has dejado sin palabras. Solamente puedo decir: ¡¡Miau!!.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias! Todo feedback siempre es recibido con ilusión, especialmente si es de parte del profe ;) ¡Gracias de nuevo!

      Eliminar