miércoles, 15 de mayo de 2019

Práctica 10: La educación en 2030

El último filólogo

Diário de bitácora, 28 de mayo de 2030, en un lugar de la Mancha cuyo nombre no puedo saber porque Google Maps no funciona a causa de la mala cobertura.

Sigo buscándolo. A él, que es la última esperanza que nos queda. Esperanza que se ha tornado en mi castigo, en mi vagar eterno en su busca. Sí, hoy será otro día en el que me queje de haber aceptado tan ardua tarea, pero no me preocupa que quede registrado en este diario. Al fin y al cabo, dudo que alguien lo lea en algún momento. Antes me vencerán la locura y la frustración, y estamparé el dispositivo contra una roca. La más grande que encuentre. Total, de poca utilidad me es por estos lares, sin conexión a internet no puedo comunicarme con el resto de miembros de la Resistencia. Y lo que es peor, no puedo entrar a Instagram. Tampoco me preocupa mucho a estas alturas, no iba a subir fotos de mi demacrado aspecto. No obstante, me gustaría tener noticias de los míos y de mi entorno. Me gustaría saber cómo les va y cómo se desarrolla la situación del golpe de Estado de mi querida tierra valenciana. Me gustaría tener la certeza de que están bien, de que la reciente Guardia de la Literatura no ha capturado a mis compañeros y compañeras, que no ha torturado a mis familiares para averiguar mi paradero o el de la Resistencia. Instagram, por desgracia, es el único medio seguro que tengo para comprobar que están bien, porque, a pesar de que el nuevo régimen lo controla, puedo estar segura de que mi gente sigue viva. En fin, tendré que conformarme con el aire limpio y puro de estas tierras mientras sea capaz de respirarlo. Algo me dice que las fuerzas de la dictadura del Bestseller me hallarán pronto y pasarán a cuchillo mi hastiado cuello, probablemente antes de que encuentre a Alejandro. Ay, Alejandro. ¿Quién iba a decirme a mí, hace casi diez años, que tú, el compañero de estudios más excéntrico y perspicaz, serías la última esperanza de los docentes de la Resistencia para traer de vuelta a las aulas valencianas la única y buena literatura y para librarnos de las obras mediocres de LIJ con las que el nuevo regimen nos obliga a trabajar? El resto de verdaderos filólogos y filólogas ha sido eleminado: los han asesinado a todos. No sé cómo pudiste librarte tú de tan aciago destino y escapar a tiempo. A mí, por fortuna, no me hallaron en casa cuando fueron a capturarme, pues la Resistencia me puso a salvo antes de que me alcanzaran. Soy una filóloga clásica con suerte, supongo. Sin embargo, como filóloga clásica justamente, no puedo traer de vuelta la buena literatura española, los clásicos grecolatinos son una bendición, y soy consciente, pero también una limitación. Por eso mismo, has de ser tú, el último filólogo, el que nos libre del nuevo régimen literario. ¿Ves? Ya estoy desvariando, estoy hablándote como si ya te hubiera encontrado, como si te estuviera revelando tu heroico destino y fuera a desvanecerme después. Pero no, en realidad sigues en paradero desconocido y yo sigo buscándote, cansada, con el pelo enmarañado y sin cobertura. Creo que, por hoy, dejo el diario a un lado. Hablar sola, o, en este caso, escribir, ayuda, eso dicen. Pero en mi caso me desquicia y me da hambre. Ojalá que el calor manchego no me tueste a mí antes de que encuentre algo con lo que llenar el buche, no las tengo todas conmigo. Seguiré buscándote después.

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