19/07/2030
Me dirijo a mi hogar cuando noto
que algo impacta en mi tabla y veo cómo estoy cayendo al vacío hasta que caigo
en unos brazos fuertes y no me da tiempo a replicar cuando esa persona que me
estaba cogiendo me mete en una cueva, esa persona acompañada de otra me atan.
Frunzo el
ceño al ver que en esa mugrosa cueva sólo había libros, libros envueltos en bolsas de
plástico, intuyo que para que no se estropeen por la humedad.
De repente, recuerdo la frase que se encuentra en todos los carteles de la ciudad: los libros están prohibidos. Intento con todas mis fuerzas
librarme de las ataduras, en vano.
De repente viene un doctor, me
pone una mascarilla, empiezo ver borroso y al final… oscuridad y silencio.
Me despierto y vuelvo a ver
libros, muchos libros, intento mover mis manos, pero sigo atada, me agobio,
pero de pronto me acuerdo de dónde estoy, me doy cuenta de que el hombre con el
que impacté se acerca, se sienta a mi lado pensativo y, después de
unos segundos eternos para mí, decide hablar:
- Sí, ya lo sé, están prohibidos…. Es el gobierno, ¿sabes? Mira, sé que al
principio es difícil de entender, pero te voy a explicar qué pasa. Hace 30 años
el mundo era tan diferente… no existían las tablas voladoras, ni las pulseras
electrónicas que evitan que te caigas, pero, a su vez, controlan dónde estás y
qué oyes, tampoco asistentes virtuales ni pantallas inteligentes… Las personas
estudiaban de memoria, tenían libros como estos, pensaban, existían asignaturas
como filosofía, matemáticas, inglés… Y antes razonaban, ¿sabes? No eran
autómatas como ahora, pero eso mismo era un problema para los gobiernos de los países, y
era que tenían criterio propio, y eso no gustaba.
Aplicaron la frase del Padrino II: “Mantén a tus amigos cerca, pero a tus enemigos más cerca
aún”.
Así que fueron desarrollando la tecnología
rapidísimo, cada vez los aparatos digitales eran más llamativos, más
innovadores, más cómodos, pero eso ocasionaba que las personas se supeditaran a
ellos, ¿para qué estudiar si con la tecnología puedo saber cualquier
dato al instante? ¿para qué caminar si con mi tabla voladora puedo ir muchísimo
más rápido? ¿para qué pensar si ya me dicen lo que tengo que hacer? Y ahí
reside la respuesta, ahora sois totalmente influenciables, no tenéis espíritu
crítico, no razonáis…
Además, para asegurarse el gobierno que esto sigue así, han
eliminado de la red toda la información que creen que puede dañar su reputación y así adulterar la historia, además, os insertan un chip en el cerebro para que seáis
todavía más vulnerables. ¿Pero sabes qué pasa? Que no todo es perfecto, puede
fallar, y el fallo es que el chip funciona, pero se puede extirpar con una
pequeña intervención quirúrgica, y ahora puedes creerme haciendo un esfuerzo,
pero, cuando tienes el chip puesto, esto no es posible, anula totalmente la
capacidad de reflexión y tiene instaurado el pensamiento “único” promovido por
el gobierno. Estamos en una dictadura, ¿sabes? No se puede pensar diferente,
pero yo aún tengo fe en que esto pueda cambiar, y por eso intento crear una
resistencia al gobierno y por eso te hablo. ¿Me puedes ayudar a que la gente
pueda pensar por sí misma y que puedan volver a leer libros y no solamente propaganda política y anuncios sobre tecnología para distraer aún más a la sociedad? La lectura fortalece el espíritu
crítico y ayuda a razonar, los libros no deberían estar prohibidos, ¿qué daño
pueden hacer? ¿No pensarás tú también como Don Quijote, ¿no? – se ríe, pero
para de hacerlo al ver que no sabía de qué hablaba – perdona, ¿quieres entender
mi broma?
Acto seguido
se levanta y trae un libro viejo: Don Quijote de la Mancha. Le miro sin decir
nada y vuelvo a mirar la tapa. De repente recuerdo una operación, un médico
acercándose e introduciéndome en el cerebro un chip, donde lo único que siento
es un gran dolor en la sien, y, a continuación, un sueño
terrible. Entonces como por arte de magia recuerdo una frase, que tengo la
sensación de que fue bastante célebre, pero decido adaptarla al momento
presente: ¡Mundo, tenemos un problema!